domingo, 26 de febrero de 2012

Añoranzas

Gracias a una persona a la que quiero con toda mi alma (¿o sería más adecuado decir "por causa de.."?) he vuelto a navegar por estas aguas.
Y siento AÑORANZA.
Si alguien recala por aquí, si buenos o malos vientos os hicieron llegar a este puerto... dejad un mensaje.
Así sabré que estamos VIVOS!!!
Un cálido abrazo a todos los navegantes.
Corsario.

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Hay alguien por ahí?

Hace mucho -muchísimo- que el Eleven navega a la deriva.
Hoy he vuelto por aquí.
¿Me he emocionado? No lo sé.
Sólo sé que me apetecía deciros que todavía queda alguien que se acuerda.
¿Alguien más?

Un abrazo a todos (en especial a mis viejos camaradas Arrapiezo y Perico).

sábado, 19 de enero de 2008

Relatos Cortos (Selección)

Nuevamente Ediciones Eleven, en su afán de recopilar memorables relatos, os ofrece uno rescatado del recuerdo.
Está escrito en diciembre de 2007.
Asimismo, por su interés, incluímos la carta introductoria del mismo.
Saludos.

CARTA
Queridos amigos, querida Sra.Cambra :

Los más grandes poetas, los más excelsos escritores, los más sabios filósofos que intentaron explicar los sentimientos humanos hubieron de reconocer que su profundidad era imposible de ser expresada con palabras. Y que palabras como agradecimiento, solidaridad, amistad, unidad, cariño, no reflejan sino una mínima parte del sentimiento que las respalda y que quieren transmitir.
Yo no soy más que ellos. Por eso, sólo puedo decir GRACIAS.
Y dedicaros un cuento breve.
Es un cuento para iniciados. Sólo los que posean las claves lo entenderán. A los que no las posean les resultará incomprensible. En ese caso, no preguntéis nada. Pensad tan solo que fue un desvarío. Y pasad de largo, con mis saludos y respeto.
Os quiero a todos.


RELATO
Lúgubremente caía la tarde sobre el Reino de Cambria. Los campos, antes fértiles, hoy yermos, esparcían aún el olor a muerte que la última refriega había producido. Agazapado en su trinchera, JM veía al anciano que estaba a su diestra releer por octava vez una carta, con manos temblando por la emoción.
Syldavia había caído. O estaba próxima a hacerlo. Unos cuantos valientes aún resistían, defendiendo casa a casa, piedra a piedra, su hogar. Vendiendo muy cara su más que previsible derrota.
Las fuerzas de Malignia, coaligadas con las de Sinrazonia, se aprestaban a terminar con el último reducto de hombres libres que poblaban Bloguetia.
Las últimas noticias de Zhivago eran poco esperanzadoras. Nadie sabía cómo, nadie entendía su capacidad para moverse en el filo o qué extraña deidad le protegía, pero nunca se equivocaba. Jose, Joboto, TitoRudi y Roger decidieron que lo mejor sería abandonar temporalmente Syldavia y retroceder para reforzar Cambria. Cayeron las tinieblas.
En el bosque, la Dama Cambra, reina del país, se reunía con sus fieles Arrapiezo, Perico, MacArthur y Luigi pensando en cómo afrontar el ataque que, sin dudar, se reanudaría al alba. Las fuerzas eran pocas. La determinación, sin embargo, de acero. La razón, la libertad, el honor, en peligro. Su secreto, el secreto de su victoria, sólo podría ser la unidad. Si uno reía, reirían todos. Si uno lloraba, todos llorarían con él.
El ataque se produjo cuando aún el sol no había clareado el horizonte. Y fue violento. Todas las fuerzas del mal deseaban, necesitaban, acabar con esos rebeldes que se oponían a su absoluto dominio.
Cuerpo a cuerpo, espada contra espada, cuando uno caía siempre había otro que ocupaba su lugar. Maialen, Paloma, Sia, César, se batían sin descanso, conscientes de que la razón y la humanidad debían pervivir.
Fue dura la batalla. La Historia, caprichosa, podrá deformarla u olvidarla; las generaciones que vendrán podrán no entenderla. Malignia, Sinrazonia, seguirán intentándolo. ¡Qué siempre queden hombres libres para defender la Verdad!
En el campo, un viejo caído en la lucha estaba tendido boca arriba. Su cara denotaba, a pesar de las horribles heridas que poblaban su cuerpo, la felicidad con la que libró el último combate. Una carta, arrugada, sobresalía entre los cordeles que anudaban su jubón. JM la vió.
"Querido padre : Tal vez hoy, quizás mañana, caigamos en la batalla. Pero has de saber que nuestras vidas no habrán sido en vano. Que la paz, la razón, la libertad del ser humano, la verdad, la justicia, la honradez, la sinceridad, el respeto, merecen nuestra entrega. Que estoy orgulloso de haberte conocido. Que la cultura siempre es más fuerte que la ignorancia. Que el bien siempre vencerá al mal. Aunque hoy, en tiempos oscuros, parezca lo contrario. Y muere, si así lo exige el destino, con la dignidad con la que siempre has vivido y nos quisiste transmitir. Tu hijo, que te quiere".
Entonces, con la determinación de las almas nobles, JM tomó una decisión. Iría a Syldavia, buscaría la casa de su compañero caído y pondría una vela, sólo una, en su nombre y en el de sus camaradas. Y esa vela, en honor de aquel del que nada sabía, se consumiría en honor y gloria de él y sus seres queridos. No importarían las dificultades, no importaría el esfuerzo. Cambria, una vez más, habría vencido.

Publicado por rafamo en :
http://app2.expansion.com/blogs/web/cambra.html?opcion=1&codPost=39013

lunes, 14 de enero de 2008

PARLAMENTO CAMBRICO

Excelentísimos Sres.:

Tengo a bien someter a su consideración las diferentes propuestas realizadas por tan eminentes e ilustres próceres, para su posterior presentación a Dama Cambra y refrendo correspondiente.
Si alguno desea realizar alegaciones, nos las haga llegar.

Gobierno Hispánico Cámbrico (por orden alfabético de carteras) :

Administraciones Públicas : José Manuel.Madrid / MacArthur
Cultura : Arrapiezo
Defensa : Rafamo el Corsario
Economía : MacArthur
Educación : Josean
Exteriores : Zhivago
Fomento : Elrichi
Industria : jose
Interior : Adolf / Corsario
Justicia : Maialen
Portavoz del Gobierno : jose
Presidente : rafamo
Sanidad : Luigi
Urbanismo : Sia

Presidente del Parlamento Cámbrico : Perico

Secretario de Estado de Comunicación : jose
Relaciones con Iberoamérica : Paloma

Generalitat Catalánico-Cámbrica

Conseller en Cap : Roger BCN
Educació : Joboto
Finances : Ellen
Interior : Perico
Obras Públicas : MacArthur
President : Tito Rudi
Relacións Internacionals : Zhivago
Sanitat : Cum / Luigi

Kanbriko Jaurlaritza

Lehendakari : Maialen

Comunidad Foral Cámbrico-Navarrensis

Arrapiezo

Varios

Director de El Mundo y La Vanguardia : Joboto
Guardia Urbana Barcelona : Perico
Rector de Santa María del Mar : JM
Urbanismo (Tarragona) : MacArthur

miércoles, 9 de enero de 2008

CARTAS

En homenaje a mi amigo Jose/José/jose/josé
publico la carta que le dedica Rafamo el Corsario el 3 de Diciembre de 2007 (cuando era un recién llegado al Reino Cámbrico).
Con mis saludos, jose.


CARTA A JOSE

Maese jose :

Todavía no sé en qué categoría situaros, así que, me váis a permitir, me dirija a vos con el tratamiento que encabeza.
Recojo los versos a mí dedicados :

"-Por perder siete navíos
-a uno hicieron general;
-al que pierda veinticinco,
-me pregunto,¿qué le harán?
para el Sr Rafamo el Corsario"

Con el mayor de los respetos, os ruego me alumbréis sobre el sentido oculto que tras ellos se esconde. Porque, habéis de saber, como tiempo ha frecuento en este reino la compañía y la amistad de nobles caballeros y la envidia y falacias de innobles oliscones y ventaneros, sé de qué pie cojean, qué botas calzan y qué espadas blanden. Y no hay palabras que mis amigos me dirijan cuyo sentido ignore, aunque sea para reconvenirme o hacerme ver mi humana condición. Y como tal las agradezco.
Es por ello que os ruego os expliquéis.
Porque, habéis de saber, ni un sólo navío a mí encomendado perdí y vendí cara la piel del que tal osadía intentó pertrechar.
Quedo en espera de vuestra aclaración, explicación y traducción para saber qué partido tomar y si teneros por amigo y por noble o abrir los portalones en cuanto os tenga a mi través o abordaros a la menor ocasión.
Atentamente,

Rafamo el Corsario.

lunes, 7 de enero de 2008

Relatos Cortos. Selección.

En la excelsa línea que distingue a Ediciones Eleven, publicamos hoy dos relatos breves, de nuestra recopilación particular.
Espero que os gusten.


CUENTO BREVE DE AÑO NUEVO

Caía el telón pausada y pesadamente. La función había terminado.
La directora de la obra, Madmoiselle Cambra, apagaba las luces del escenario. Los camerinos quedaban a oscuras,
mientras los actores abandonaban el teatro por el pasillo del patio de butacas. Unos reían, otros iban cabizbajos y pensativos, otros cantaban, aquellos charlaban entre sí, algunos caminaban en silencio.
La obra había concluído. El ser humano, una vez más, había sido el protagonista.
Y, sin embargo, para un observador más atento, todos los actores, todas las actrices, reflejaban alegría en los ojos.
Porque mañana comenzaría otra obra (¿o eran todas obras de la misma obra?), otras representaciones. Aplausos y abucheos. Gloria y fracaso.

Una nueva obra. Un nuevo libreto. Un nuevo guión aún por escribir.

FELIZ AÑO 2008 A TODOS. DE CORAZON. RAFAMO.


Enviado por rafamo . 22:08 31-12-2007 (PUBLICADO EN http://app2.expansion.com/blogs/web/cambra.html?opcion=1&codPost=39213)



SIN TITULO

Iba a llamar a la puerta, les quería dar una sorpresa, justo antes de que tocara el timbre la puerta se abrió, en el dintel una mujer muy guapa de raza tagala y con una gran sonrisa le recibió, en brazos tenía un niño pequeño y otro de unos cuatro años de pie a su derecha. Rieron todos. La mujer avanzó un paso y abrazó a su marido, ambos se dieron un beso rápido pero lleno de amor. Zhivago besó al niño pequeño y acto seguido se agachó para coger en brazos a su querido hijo mayor, lo cubrió de besos.
Entraron al interior de la casa, Zhivago miraba a su mujer con amor y deseo a partes iguales, un reencuentro después de una prolongada ausencia cura todas las posibles penas. La bella mujer preguntó a su hijo pequeño: ¿Qué sabe decir mi niño?, Zhivago dibujó en sus labios un HELLO, pero el niño dijo, BYE BYE. Rieron todos otra vez. Zhivago se propuso que su niño pequeño dijera antes de abandonar Filipinas, HELLO PAPA NO TE VAYAS.

¡¡¡¡FELICES NAVIDADES ZHIVAGO!!!!

Enviado por Arrapiezo . 00:08 24-12-2007 (Publicado en http://app2.expansion.com/blogs/web/cambra.html?opcion=1&codPost=39213 y dedicado a ZHIVAGO).

domingo, 6 de enero de 2008

NOCHE DE REYES

Noche de Reyes Magos, de ilusión, de sueños.
Quisiera desearos a todos lo mejor.
Y como varios de vosotros se lo habéis pedido a los Reyes, me lo han hecho llegar.
Y como me lo han hecho llegar, así os lo entrego yo.
Que seáis felices.





ELEVEN


El navío, imponente, cortaba el agua con su proa cortante y fina, era el ELEVEN, sus tres palos se veían de lejos y su sola visión provocaba el temor entre sus enemigos; a babor y estribor, 80 cañones se repartían a partes iguales cada uno con su nego ojo amenazante.

En proa, debajo del bauprés, donde se aseguran los estayes del trinquete, dos corsarios, uno de ellos barbado, entre risotada y risotada mascullaba:

-Recuerdas Luigi a los malandrines de la Posada del Loro Tuerto querían arrebatarnos los favores de la hija del posadero, moza guapa donde las haya, los bujarrones pagaron cara su afrenta, tal moza merecía la trapatiesta que organizamos, jo, jo, jo.

-Más vale Josean que tu ayuda sirvió luego, en la intimidad de la alcoba, para comprobar la lozanía de la joven posadera, respondió Luigi enseñando su desigual dentadura con restos de carne prendidos todavía en ella.

Más atrás, por donde pasaban los cabos del mastelerillo de juanete de proa, junto a dos toneles de agua, el corsario Dr Zhivago afilaba su cimitarra robada a un infiel sarraceno al cual decapitó de certero mandoble, de forma cachazuda iba sacando filo a su mortífera arma con la tranquilidad propia de quién ha destripado en diferentes abordajes a enemigos de toda especie y condición, justo a su lado Ignacio, el aprendiz de corsario, el grumete quejoso y llorón al que los corsarios de la tripulación, gañanes y burlones ellos llamaban según la ocasión almendrón, molodro, zoromotroco y balandrán y todo porque era estudioso el abombao y perdía el tiempo en meter la cabeza en gordos libros, Ignacio intentaba sacar brillo, sin mucho éxito, a la cubierta en la menudeaban las manchas de sangre y grasa.

La campana de viejo bronce sonaba, nang, nang,.... nang, nang, el corsario Perico, reclutado en las costas de Tarraco, un día en el que como alma en diablo huía de una horda, todos parientes de la chica a la que había dejado abandonada en el altar, la hacía sonar con el único fin de molestar a Mc Arthur, un corsario inglés, que con su flema trataba de no molestarse por el insistente ruido de la campana que sonaba sin ton ni son ni motivo alguno, la flema inglesa tocó a su fin, Mc Arthur dió un salto e intentó coger del cuello a Perico con el ánimo de retorcérselo, con un respingo y con la agilidad propia de quién sube y baja por los cabos del barco, Perico echó a correr hacia la vela cangreja, saltó por encima del mastelerillo, Mc Arthur que corría alocado detrás de él gritaba desaforadamente: -¡Voto a Belcebú que te mataré!, ¡bastardo!, ¡bufarrón!,......

La maravillosa, lozana, bella y elegante, Ellen, desde las cercanías del mástil de mesana, contemplaba la escena entre divertida y sorprendida, la belleza de Ellen rivalizaba con su inteligencia, su vestido azul, parte del botín de un navío inglés atacado por los corsarios, desvalijado y hundido posteriormente, realzaba su espléndida figura; desde la distancia que les separaba Dr Zhivago le lanzaba miradas de admiración y deseo, mientras, ris...ras...seguía afilando su espada.


Continuará......


.......continúa.


El perro, un auténtico saco de pulgas y de raza indeterminada, dormitaba ajeno a lo que a su alrededor acontecía, de vez en cuando se rascaba y también de vez en cuando recibía una patada en el lomo para que parara su rasgueo, dormía a la sombra de un gran tonel de ron, rodeando al mismo, sentados en cuatro taburetes de gruesa madera, cuatro personajes, de rostro cejijunto tres de ellos, dos con barba y el tercero con un gran mostacho, el cuarto una mujer con cara de pocos amigos que adornaba su cabeza con un sombrero de plumas, se miraban de dos en dos, inquisitivos, estudiosos de la faz del otro, pendientes de cualquier guiño o pequeño gesto, de pronto uno de ellos gritó con gran estrépito:

-¡Quiero, aunque estés tú de mano el órdago a juego con treinta y siete!, el que así vociferaba era el corsario Elrichi dirigiéndose directamente a su contrincante el Gran Rafamo.

La cara de Rafamo, normalmente risueña se tornó triste y preocupada hasta el loro que descansaba en su hombro izquierdo, presa del pánico, inició un vuelo asustadizo hasta un cabo de la vela más cercana.

-¡Habrás ganado!, exclamó con una mezcla de preocupación y malsana curiosidad su compañera de juego, la capitana, la Sra. Cambra.

Rafamo a duras penas pudo balbucear:

-¡Capitana!, he perdido, ¿como ha podido querer a la mano en la jugada definitiva con treinta y siete?, ¡no me lo explico!.

La Sra. Cambra miró con el ceño fruncido a su compañero y tras echar un gran trago de ron, gritó con voz irritada:

-Rafamo eres un mameluco y al tiempo le arrojó a la cabeza un rollo de cuerdas, ¡hemos perdido la apuesta!.

Arrapiezo el compañero de Elrichi reía entrecortadamente enseñando sus gastados y sucios dientes, levantó una jarra de ron y bebió ávidamente derramando por su entreabierta camisa parte de la bebida.

Elrichi al que su arriesgada y ganadora jugada le había abierto el apetito, trincó con sus grandes manos una pata de cordero de las sobras del mediodía, mientras reía a mandíbula batiente.

Unos metros más allá se oía:

-¡Elrichi, eres un sucio rucio y un marizápalos!, el que así se expresaba era Rafamo y en su boca de rudo corsario esos insultos sonaron cuando menos un poco raros y ambiguos.

La Capitana, sin decir palabra, le miró con cara de suegra avinagrada.

Arrapiezo, el cocinero, corrió, presa de los vapores del ron hacia la cocina para preparar la pitanza de la tripulación.

Las últimas luces del día morían poco a poco, el sol rojo como el fuego desaparecía con parsimonia por lontananza.

De las rendijas de la cubierta salían, quejumbrosos los lamentos, gritos e insultos de los presos de las celdas de la bodega, donde campaban a sus anchas las cucarachas, ratones y ratas de gran tamaño y la humedad casi se cortaba.

Josean, subido a lo alto de una vela, lanzó un estentóreo berrido:

-¡Sra. Cambra, las luces de la costa a estribor, ya estamos llegando!.

Efectivamente, las luces mortecinas de una aparentemente gran ciudad, se divisaban a lo lejos , serpenteando por la costa; al fin podrían desembarazarse de la peligrosa carga que albergaban las infectas celdas.

La capitana del ELEVEN, había recibido el encargo, bien pagado con buenos doblones, del traslado de unos alborotadores que hablaban mucho y mal del Rey y de la autoridad y leyes vigentes, tenían que ser desembarcados en Barcelona donde serían sometidos a juicio.

Estos facinerosos, famosos por sus fechorías estaban comandados por JOBOTO, apodado en todos los mares y burdeles Cienchaquetas, sus secuaces, peligrosos como él, igual de zafios y julandrones, se hacían llamar JM2, Roger, Joan y el pocimero cum, este último era por su educación en universidades de postín el más culto y especializado en pócimas y bebedizos, los otros eran más charlatanes pero manejaban la espada con la misma habilidad que sus lenguas viperinas.

Estos prisioneros la verdad es que caían bien a toda la tripulación ya que sus fechorías eran menores y consideraban que sólo el hablar mal de alguien no era motivo suficiente para ser hechos presos.

En muchas ocasiones, Arrapiezo el cocinero, les pasaba con el beneplácito de la Capitana, comida y ron.


Amenazo con continuar.......

La amenaza continúa.............


Se movió ligeramente el navío despertando a los que dormían en las bodegas, perezoso y sigiloso, bien pilotado por las expertas manos de la Capitana, se movió en dirección a la bocana del puerto hacia la parte norte del mismo.

Las primeras luces del día todavía no se habían desperezado, la oscuridad era total, bultos silenciosos se movían por cubierta realizando las labores propias del barco, la consigna de la Dama Cambra había sido:

- ¡No quiero ningún grito!, debemos entrar en el puerto sin que nadie nos vea.

Descargar sin problema a los alborotadores y llevar el barco a un semiclandestino astillero donde se deberían hacer reparaciones al ELEVEN, aprovisionarlo y poner una nueva vela desgarrada por un cañonazo, eran los objetivos de la Sra. Cambra.

Llegaron de forma silenciosa al astillero, allí les esperaban los dueños del mismo, un hombre fornido, alto y con aspecto de enfadado que respondía al nombre de Ricardo Santiago y un joven, también alto pero bien parecido y con cierto aire aire de intelectual, éste fué presentado con el nombre de Roger BCN.

Mientras la tripulación bajaba la carga, la Sra. Cambra, Rafamo y los dos anfitriones entraron al interior de un cochambroso edificio donde discutieron, plazo, condiciones y precio de las múltiples reparaciones a efectuar.

Poco más tarde, de forma subrepticia, llegó la guardia del Gobernador bien armada, escoltaron a JOBOTO, Roger, Joan, JM2 y cum cargados de cadenas y grilletes hacia las mazmorras de la ciudad, el más activo de los secuaces de JOBOTO, JM2 fué apaleado por iniciar una rebelión y amordazado por lenguaraz, cum le miró de forma indolente pensando que lo tenía bien merecido.

La Sra. Cambra dirigió a su tripulación por las calles abigarradas de gente alegre, era festivo en Barcelona, diferentes puestos, a ambos lados de las calles ofrecían sus productos a los potenciales clientes, borceguíes y escarpines mezclados con botas y alpargatas para uso de campesinos y otros oficios, bonitas ropas de diferentes colores, calidades y orígenes, se amontonaban en algunos puestos, un poco más apartado ganado vacuno, caprino y ovino en cercados habilitados para el caso se exponían a la curiosidad de la gente, unos burros de diferentes alzadas y porte, en un cercado aparte miraban de forma indolente al público que los observaba mientras que con sus rabos intentaban inutilmente espantar a las moscas que los martirizaban.

No se sabe por qué extraña razón estos borricos despertaban una insólita admiración en algunas de las gentes que boquiabiertas los miraban; los puestos de golosinas, carnes y pescados gozaban de gran predicamento entre el gentío que los compraban para su posterior disfrute.

Una verdulera daba gritos desaforadamente en dura pugna con la pescatera que tenía enfrente:

- ¡Pescado de Sant Carles!, gritaba una.

- ¡Acelgas y lechugas frescas!, contestaba la otra.

La Sra. Cambra se paró de improviso y con un enérgico movimiento indicó con su mano derecha un edificio de piedra que estaba cerca.

En la pétrea pared, encima de una puerta de gruesa y claveteada madera, un letrero forjado en caracteres góticos rezaba lo siguiente: LA TABERNA DEL GOS SEDIENTO.

Arrapiezo, parado, miraba con curiosidad el letrero mientras se atusaba su negro mostacho.

-¿Gos?, se preguntaba serio, ¿que será eso?.

En ese momento Perico, que pasaba, se paró a su lado, momento, que raudo, aprovechó Arrapiezo para inquirir a su amigo Perico:

- ¿Vos sabéis que significa gos?.

Perico, corsario culto y dominador de tres lenguas, una de ellas germánica, el castellano la segunda y una tercera que era mezcla de castellano y la lengua que hablaban los habitantes de Barcelona contestó:

- Gos, quiere decir perro.

-¡Ah...!, masculló Arrapiezo mientras seguía atusando su mostacho, extraña tiene que ser la persona que nombre tan complicado y retorcido a su local ha puesto, añadió un poco estupefacto.

El interior de la taberna era amplio y luminoso, al fondo los grandes ventanales miraban al gran puerto de la ciudad, a la derecha una barra larga encima de la que pendían de cuerdas y ganchos numerosos jamones, chorizos, longanizas y morcillas, dentro de la barra tres mozas con blusa blanca de generosos escotes, deleitaban en muchos casos sin proponérselo a los clientes que miraban libidinosos las voluptuosas formas de las camareras, éstas, ajenas a esas miradas se aplicaban en servir las bebidas demandadas con la mayor rapidez posible, cerveza, vino y ron eran servidos en grandes jarras de tosca madera.

Joan C, el encargado, pequeño, y barrigudo por la cerveza que continuamente bebía, ponía orden en el caos del mostrador.

Desde una mesa del fondo, Josean se esforzaba con grandes aspavientos de sus dos brazos, que los últimos corsarios en entrar, Perico y Arrapiezo le vieran y se dirigieran a la mesa donde la Capitana, dando la espalda a la ventana, miraba un poco censora a los últimos en llegar.

La mesa en la que estaban sentados bordeaba por un lado a una improvisada pista de baile, en la que con un toque de solemnidad, cuatro músicos amenizaban la festiva velada, uno de ellos cojo y con un parche en su ojo izquierdo tenía una mirada torva y aviesa, más propia de un malvado bucanero que de un músico.

Ellen sentóse al lado de Luigi, junto a la pista, su pierna izquierda descansaba en el suelo, la derecha la apoyó distraidamente encima del banco, su torneada pantorrilla debajo de la tela que la cubría fue objeto de la mirada atenta de Dr. Zhivago, que enseguida imaginó, ¡que artista, que maestro cantero pudo esculpir ese maravilloso cuerpo!, Ellen con el sexto sentido que adorna a las mujeres, se volvió y miró a Dr. Zhivago con un poco de inquietud y al mismo tiempo de orgullo de sentirse admirada y deseada.


continuará.................


La Sra. Cambra llamó la atención de su tripulación para que escucharan sus palabras.

- ¿Os acordáis de lo que decía el charlatán de la plaza?.

Todos recordaron que al venir hacia la taberna, en una plaza, rodeada de soportales y toda ella con casas antiguas alforjadas, en una esquina bañada por el sol, un hombre alto daba voces con deje de Castilla, desde la lejanía no se entendía lo que decía, acercáronse un poco, el tarugo, subido en dos grandes cajas en forma de pequeño cadalso, era un charlatán vendiendo su mercancía, un grupo numeroso de personas escuchaba con atención, cuando llegaron al lado del individuo oyeron lo que decía:

- ¡¡Por sólo un doblón este magnífico crecepelo, un cepillo para los mulos y un jabón de la lejana Persia!!.

Siguieron escuchando con atención.

- ¡¡Amigos míos podéis creer en mí, os lo ofrezco con toda mi sinceridazzz, generosidazzz y bondazzz, sin un ápice de maldazzz!!.

La Sra. Cambra y el resto de la tripulación escuchaban las palabras boquiabiertos, Arrapiezo, hombre de no muchas luces, pero muy observador, dióse cuenta enseguida que el charlatán era poco creíble y que lo que decía era falaz, su rostro era risueño pero un leve rictus de su boca indicaba lo débil de su carácter.

Desgranaba las palabras de forma monocorde, aburrida, se notaba que eran más falsas que un dobón de madera.

Arrapiezo miró a sus compañeros de soslayo, a su izquierda, Luigi, Elrichi y Ellen prestaban atención ensimismados, casi babeantes, enarcó las cejas un poco sorprendido, a su derecha la Capitana rodeada por Mc Arthur, Dr Zhivago, Perico y Rafamo oían más que escuchaban, con excepticismo, las palabras, que les sonaban huecas.

El bocazas seguía con su perorata.

- ¡¡Y si me compran todo lo anterior regalo también, de verdazzz, con toda solemnidazzz este espejo para las damas!!.

Lau, su acólita y ayudante, experta en cuentas y quién sabe en que otras triquiñuelas, se acercó con un espejo, horrible baratija como todo lo que ofrecía tan seductor como mentiroso personaje.

- ¡¡Por caridazzz y con toda mi amabilidazzz!!. Seguía el badulaque.

Con un movimiento de arriba a abajo de su mano derecha, Arrapiezo dió la espalda al orador exhalando un ¡¡bufff..!! de aburrimiento.

Detrás del grupo de la Sra. Cambra, Josean observaba con interés todo lo que sucedía a su alrededor, vigilante, con mirada seria.

- ¡¡Vamos!!, con esta imperativa palabra la Capitana puso en marcha a toda la tripulación, los últimos en cumplir la orden fueron Ellen, Elrichi y Luigi.

- ¡¡Sí, Capitana!!. Balbucearon los tres, que parecían estar abducidos.

Ya lejos todavía acertaron a oir:

- ¡¡Con humildazzz os ofrezco también!!.

Por suerte el aire y la distancia impidieron oir los nuevos ofrecimientos.

- ¡¡Botarate!!, exclamó Perico enfadado.

Elrichi, que ya salía, poco a poco de su ensimismamiento, le miró con cara ofendida y retadora.

- Como no vamos a recordar a semejante personaje. Contestaron.

La Capitana, tomó de nuevo la palabra.

- Sólo somos diez, como todos sabéis, Ignacio el grumete nos ha abandonado.

Efectivamente, el quejoso, el balandrán de Ignacio había abandonado el barco, su intención era la de seguir complicados y difíciles estudios de astronomía, física y otras complicadas artes. En el fondo de un bolsillo llevaba la dirección de unos tíos suyos, escrita en un papel doblado y forrado de cuero.

Nada más bajar del barco y después de despedirse lloriqueando de la tripulación, había desaparecido entre las sinuosas y todavía oscuras calles del puerto.

El más burlón de los corsarios tuvo tiempo de gritar:

- ¡¡Abombao!!.

- ¡¡Suerte!!, gritó Luigi, que había cogido cariño al grumete.

- ¡¡Elrichi!!, llamó la Capitana.

- Vos que lleváis las cuentas, ¿cuántos doblones tenemos que repartir?.

Elrichi sacó de una alforja que llevaba al hombro como bandolera, unos papeles astrosos en los que se entreveían en dudoso orden cuentas y números, unos rojos y otros negros, Mc. Arthur que en las cuentas actuaba como una especie de auditor, vigilaba que todo estuviera correcto.

- De la parte que nos corresponde a Rafamo y a mí, hay que pagar diez doblones a Arrapiezo y diez os quedáis vos, añadió la Capitana dirigiéndose al satisfecho Elrichi, al decir esto, en su cara se dibujó una mueca de indignación contra Rafamo al que consideraba como parte importante de la derrota al mus, en su dura cabeza de mujer acostumbrada a tener siempre razón, no cabía el pensar que Rafamo y ella fueran unos membrillos de ese juego, y que ella quizá también tuviera culpa de la derrota.

Sonó una canción dulce y melodiosa, rítmica y alegre al mismo tiempo.
Luigi, sin pensárselo dos veces, díjole con voz un tanto dubitativa a Ellen:

- ¿Sois tan amable de concederme este baile?.

- Encantada, respondió con presteza Ellen.

Agradablemente sorprendida, levantó su brazo izquierdo poniéndolo a disposición del galante Luigi. Éste cogió la mano que Ellen le tendía y con suavidad del que en todo momento sabe lo que se hace, se acercó con su dama al centro de la pista.

La mano derecha de Luigi se posó en el fino talle de Ellen, al notar el contacto del cuerpo cálido en su mano, una oleada de fuego ascendiendo desde la entrepierna invadió su estómago, cuando su mano izquierda asió la mano derecha de Ellen, el calor, irreprimible, subió hasta su garganta atenazándole la respiración, Luigi notó que su corazón enloquecía, que saltaba y botaba dentro de su cuerpo, por un momento creyó que sus piernas no le sujetaban, pensó en echar a correr y abandonar a Ellen en la pista.

Cuando empezó a bailar se tranquilizó un poco. Había pasajes de la canción que eran lentos, los truhanes que bebian y comían en derredor de la pista miraban a Ellen con ojos inyectados en deseo y lujuria, tal era la belleza de la rozagante joven.

En un momento dado, entre una pequeña cabriola y un saltito, Luigi tropezó, su cuerpo y el de Ellen se juntaron estrechamente dos breves segundos, Dr. Zhivago que vigilaba el baile muy contrariado, al ver los cuerpos unidos, echó de forma instintiva su mano derecha a la empuñadura de su cimitarra, tal fué su ira que notó que sus nudillos se ponían blancos al asir furioso su espada, Mc Arthur dióse cuenta y con firmeza, con su mano izquierda sujetó el brazo de su amigo.


Continuará..........


DE LO QUE ACONTECIO EN EL GOS SEDIENTO.

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Acabaron las notas de la canción, larga para Dr Zhivago y corta para los mirones que desnudaban a Ellen mientras bailaba.

Dos jóvenes y rollizas camareras, de mejillas sonrosadas, traían en grandes bandejas, las viandas que Arrapiezo antes les había demandado.

Elrichi se disponía a coger el jarrete de cordero más grande y con mejor aspecto que nunca antes un corsario hubiera probado, cuando un gran estrépito, tres mesas más allá, desvió la atención de los comensales.

Un mocetón alto y fuerte intercambiaba sonoros golpes, puñetazos y soplamocos, aderezados con patadas y rodillazos en delicadas partes, con un tipo alto y con aspecto de rufián. En un momento de la reyerta el mozo blandió un taburete en su mano derecha y asestó un atinado golpe en la cabeza de su desaseado contrincante, éste cayó al suelo desvanecido.

Inmediatamente acabada la pelea, todos volvieron a sus quehaceres, beber, comer y gozar de la compañía de amigos y parientes.

La Sra. Cambra, indicó a Perico, lo interesante que sería invitar al ganador de la pelea a su mesa.

Perico, así lo hizo, esquivando mesas y sillas y con una jarra de vino en la mano, se acercó al joven, al cual dijo:

- Si vos tenéis a bien aceptar la invitación a la mesa de nuestra Capitana, la muy noble Dama Cambra, os lo agradeceré

El ganador de la pelea, se inclinó hacia un lado y miró al lugar donde Perico le indicaba, allí la Sra. Cambra con un discreto movimiento de afirmación sonreía con encanto, mientras con la mirada, invitaba al joven a su mesa.

El recién llegado, mientras tomaba asiento, se tocaba la mandíbula dolorida por un certero golpe, su cara delataba sorpresa por la invitación a la mesa de los aguerridos corsarios, sus ojos preguntaban sin hablar.

- Os veo sorprendido por nuestra invitación, no temáis nada, la invitación a vuesa merced para que nos acompañéis, es que nos gustaría, si lo tenéis a bien, formárais parte de la tripulación de nuestro navío, el Eleven que zarpará en breve, un corsario ha abandonado la disciplina del barco para dedicarse a otros menesteres y tenemos la necesidad de enrolar a un sustituto.

Mientras hablaba servía vino en una jarra que Luigi diligentemente había acercado al recién llegado, éste sorprendido por el interesante ofrecimiento que se le hacía y como persona que no tenía ataduras familiares, respondió, sin pensárselo mucho, afirmativamente.

Mc Arthur, preguntó, con su habitual amabilidad el nombre al nuevo corsario.

- TitoRudi, respondió satisfecho.

Un brindis de los once, selló la incorporación del nuevo valioso corsario en opinión de los diez restantes.

Un poco de vino y cerveza cayó encima de un fajo de planos que la Capitana tenía a su lado y que guardaba celosamente.

Cuando ya se había yantado mucho y bien y los vapores del alcohol hacían mella en el correcto entendimiento de los corsarios, la Sra. Cambra apartó dos ollas y unas jarras del centro de la mesa, limpió un poco y con destreza extendió del fajo, un plano, todos miraron con rapidez de que se trataba.

La Capitana dijo a su tripulación:

- Vuesas mercedes saben que tenemos que estar sin navegar por las reparaciones, necesarias, que se van a hacer en el Eleven, he pensado que mientras tanto podíamos hacer un trabajo que tengo en mente desde hace mucho tiempo. Mientras así hablaba, con un ligero movimiento de su mano derecha, desenvainó su pequeña daga con empuñadura de esmeraldas y con fuerza, clavó la misma en un punto del mapa.

- Iremos aquí, dijo.

La daga, cimbreante, indicó un punto, casi en el centro del plano que decía, Madrid.

Todos miraron, con curiosidad, el punto que la daga indicaba, excepto Josean, él estaba ojo avizor, vió que un rayo de sol incidió dentro del local, dejando ver en el aire una estela de luz polvorienta, un reflejo metálico, a la izquierda del mostrador, le puso sobre aviso, de la cortina que separaba la taberna, de la cocina, emergía amenazador el cañon de un mosquete, el grito de Josean restalló en el aire como un latigazo.

- ¡Agachaos!.

A continuación, casi confundiéndose con el grito, un estampido resonó en la taberna, la bala atravesó el sombrero de plumas de la Sra. Cambra y se perdió, a través de la ventana, en la lejanía, un surco de calor recorrió el cuero cabelludo de la Capitana que se echó presta la mano al lado izquierdo de la cabeza, mientras tanto, Josean desenvainó su espada y corrió hacia la cocina seguido de Drzhivago que ya blandía con furia su cimitarra, sortearon todos los obstáculos hasta llegar a la puerta, semioculta por pellejos de vino y dos grandes toneles, con un golpe de cimitarra Drzhivago hizo trizas la cortina, ambos penetraron con rapidez en la desordenada cocina, allí Joan C, el dueño de la taberna, con la culata apoyada encima de la mesa acababa de cargar el arma, cuando oyó a los dos corsarios, con rapidez, volvió el mosquete hacia ellos con el ánimo de hacer fuego, Josean, con un certero mandoble, lo desarmó, al tiempo Drzhivago con una agilidad impropia de una persona tan fornida, saltó en el aire y propinó una fuerte patada en la prominente barriga del posadero, éste cayó hacia atrás, dio dos vueltas sobre sí mismo y cayó desvanecido después de un fuerte golpe contra una mesa, de ésta, cayó a borbotones sobre el orondo corpachón de Joan C el contenido de un bidón de aceite.

Desde la cocina, oyeron como McArthur, alterado, gritaba:

- ¡Es una trampa!.

Arrapiezo con dos armas, en su mano izquierda el cuchillo de trinchar las viandas y en su mano derecha una bien asada pata de cordero, asestaba como un molino golpes a todo el que pasara a su lado, Ellen con un escorzo, puso una zancadilla a uno de los facinerosos que antes de caer al suelo fue golpeado al unísono por Luigi y Mc Arthur, la Capitana, bien protegida por Rafamo y Elrichi, amenazaba con su daga rescatada de la mesa, a todo el que osara acercarse a ella, TitoRudi golpeaba la cabeza de un alborotador al que tenía sujeto del cuello en el que era el bautismo de fuego con sus nuevos compañeros, Elrichi de un salto subió encima de una mesa, con una mezcla de firmeza y suavidad cogió a su loro, que asustado, desde una viga, oteaba moviendo la cabeza espasmódicamente el follón que se había organizado, el loro había volado del hombro de Elrichi, despavorido cuando sonó la detonación.

Perico y Rafamo, espalda contra espalda y armados hasta los dientes, protegían la salida de la taberna, a mandoble limpio y defendiéndose como gato panza arriba, llegaron sin daño aparente alguno hasta el exterior del Gos Sediento, con paso rápido se perdieron entre la abigarrada multitud.

Cuando Josean y Drzhivago vieron que sus compañeros habían salido indemnes de la taberna se dirigieron, envainando sus armas hacia la puerta trasera de la cocina, Drzhivago pegó una patada al desvanecido posadero mientras Josean de un gancho que pendía del techo cogió dos jamones, ambos salieron de la sucia cocina observados por las camareras que desde un rincón les observaban con una mirada de pánico, el fuerte sol, que lucía ya alto, les dio la bienvenida, con paso ligero caminaron por la calle, la figura de Josean con el pañuelo de la cabeza torcido y con los dos jamones encima de los hombros, tenía un punto de peculiar. A su lado Drzhivago, con la mano en la empuñadura de su cimitarra, miraba de vez en cuando, con desconfianza, hacia atrás.


Continuará........


DE COMO SE INICIA EL VIAJE A MADRID.



Los primeros en llegar a las caballerizas fueron Rafamo, Elrichi y la Dama Cambra, penetraron en el establo y acto seguido se dejaron caer sobre unas pacas de paja seca, estaban cansados por la pequeña batalla de la taberna.

Al tiempo que se quitaba las botas para dar descanso a sus pies la Capitana dijo:

- Gracias amigos, sois ambos los corsarios más fieles y valientes que nunca haya tenido a mis órdenes.

- Dama Cambra, respondió Rafamo, para mí es un placer y un gran honor estar a vuestro servicio.

Elrichi que trataba por todos los medios de calmar a su loro, el cual meneaba la cabeza arriba y abajo asustado y temeroso, añadió:

- Capitana, celebraremos cuando sea menester, haber salido con vida de la celada que nos han tendido, sobre todo vos, a la cual ha rozado la bala. Sólo espero que nuestros compañeros hayan salido sin ningún daño.

No había acabado Elrichi de pronunciar estas palabras cuando la desvencijada puerta, con gran estrépito, se abrió y golpeó con fuerza la pared llena de objetos para las caballerías, una estantería de mala madera con herraduras de varios tamaños se tambaleó sin llegar a caerse. En tropel entraron, sudorosos y con evidentes nervios, Luigi, McArthur, Arrapiezo, TitoRudi, Perico y Ellen, ésta última con el esfuerzo y las carreras por las calles había perdido parte de su sensualidad y compostura, de pie y con las dos manos sobre sus rodillas trataba de respirar con normalidad.

El ruido y las voces atrajeron la atención del dueño de las caballerizas. Su voz aguardentosa parecía que salía del fondo de una caverna.

- ¡Mi querida Dama Cambra, al fin habéis llegado, y con vuesa merced vuestros valientes corsarios!, dijo moviendo con ademán cariñoso los brazos hacia adelante mientras avanzaba hacia ella.

- Amigo Saballs veo con agrado que recibísteis mi recado.

Mientras así hablaba con su mano izquierda cogió sus botas y con la derecha cogió del brazo a su amigo, acompañado por él se dirigió hacia una puerta del fondo que estaba entreabierta, antes de cruzar la puerta se puso con rapidez las botas, al otro lado había un gran número de caballos, cada uno en su habitáculo, unos pastaban y otros dormitaban, la Sra. Cambra, admirada por la pulcritud de las cuadras dijo al dueño de las mismas:

- Si las monturas que nos habéis preparado son tan buenas como la limpieza de vuestras cuadras, por Belcebú, que tienen que ser magníficas, en mi recado os manifestaba que los caballos tienen que hacer un largo viaje y que tienen que ser los mejores que tengáis.

Saballs, su amigo, contestó sin amilanarse:

- No os preocupéis, todos están sanos, todos son jóvenes y preparados para responder a todo lo que se les exija.

En ese momento la puerta de la caballeriza se abrió de nuevo, la Capitana vió al trasluz, recortados en el dintel, dos figuras que le parecieron tan conocidas como estrafalarias, una era fuerte y alta y en su costado izquierdo destacaba lo que parecía un arma, la otra rara, muy rara, era la figura de un hombre normal pero parecía que tuviera tres cabezas. La Sra. Cambra se acercó a los recién llegados, vislumbró enseguida que eran Drzhivago y Josean, éste seguía con los dos jamones, uno en cada hombro.

Antes de que la Capitana tomara la palabra, todos los corsarios, como si fueran uno solo, gritaron bienvenidas y palabras de apoyo y alegría a los últimos en llegar:

- ¡Viva, estamos todos, esos facinerosos no han podido con nosotros!, !cabrones!. Gritó la Capitana plena de satisfacción.

Todos quedaron abrazados en una piña en la cual la camaradería, y la amistad estaban presentes. El amigo de la Capitana contemplaba la escena con admiración.

- Vemos con agrado y alegría que todos estáis aquí, y por lo que parece todos bien, sin heridas, antes de salir de la infecta taberna, desde la cocina, vimos Zhivago y yo que todos salíais por vuestro pie, pero ahora que os vemos, nos tranquilizamos. Dijo Josean dejando los jamones encima de una mesa llena de artilugios para errar los caballos.

- Tenemos para comer unas magras con tomate a la salud de los malandrines del Gos Sediento, prosiguió.

El cerebro, simple pero siempre práctico de Arrapiezo empezó a pensar con que acompañar las magras, pensó que lo más práctico sería hacer unos huevos fritos, unos pollos asados y unas hogazas de pan de horno de leña, lo de los pollos pensando sobre todo en Elrichi ya que su bonachonería rivalizaba con su insaciable apetito.

A continuación, todos sin excepción, se contaron sus cuitas, sustos, como y a quién habían derribado, como esquivaron aquel mandoble, como salieron corriendo..., así, continuaron largo rato.

El Sr. Saballs que emocionado había abandonado la escena, regresó con unos caballos, al verlos todos callaron inmediatamente, ¡eran preciosos!, había tordillos, bayos, un alazán y algún oscuro.

Ellen, palmoteó con alegría, acto seguido indicando con su dedo, al tiempo que se acercaba hacia los caballos, ordenó más que pidió:

- ¡Quiero este!. El que indicaba Ellen era un caballo árabe alazán, el único entre los presentados por el amigo de la Sra. Cambra, todos pensaron por un momento que Ellen era caprichosa por ser la única fémina de la tripulación, excepto Luigi que enseguida pensó lo bonita y prestante que estaría a lomos del caballo, por la mirada de Drzhivago pasó una sombra de deseo y la comisura de su boca se ladeó con una sonrisa ladina.

- El que ha elegido la joven es árabe, dijo Saballs, el resto son también árabes y berberiscos, excepto el grande aquél, de color tordo, con aspecto de fuerte y trotón que es para un tal Elrichi y que es de raza connemara.

La Sra Cambra había elegido para todos, caballos buenos y rápidos, pero había hecho hincapié en que uno, fuera además fuerte, pensando en Elrichi, al que el comer y beber en exceso le habían premiado con una más que notable barriga.

- He elegido estos caballos, como los mejores, los berberiscos son inteligentes y sobrios y aunque no tiene ninguna importancia, estos caballos, a diferencia de otros tienen cinco vértebras lumbares en lugar de seis. Explicaba el Sr. Saballs como entendido que era y con la tranquilidad de quién sabe que nadie va a rebatir sus explicaciones. Sus crines son muy suaves; los árabes son tan magníficos como los berberiscos y no van notar diferencia alguna, hay un tordillo, un bayo y un oscuro .

Todos acariciaban las crines, las cabezas y las grupas para calmarlos y para, poco a poco, hacer que se familiarizaran con ellos. Arrapiezo, que sólo habia montado a caballo una vez en toda su vida, miraba con evidente curiosidad la dentadura del caballo que había elegido, el cuadrúpedo con la bota abierta y a pesar de su nobleza, miraba con cara de pocos amigos al impertinente que con sus dos manos le mantenía abierta la boca.

- Perico, ya se había subido al suyo a pesar de no estar ensillado y desde lo alto contempló a sus compañeros, todos habían elegido el suyo y todos parecían contentos, incluso el corsario Elrichi, con su penco trotón.

Esa noche la pasaron durmiendo en las caballerizas, el dueño les había preparado en un lugar aparte, un sitio donde dormir, sin ningún lujo, pero caliente y resguardado de los posibles secuaces de Joboto y sus compañeros de celda. Antes de dormir charlaron de lo acontecido durante el día, pero poco a poco todos fueron cayendo en los amables brazos de Morfeo, ayudado por el vino escanciado durante la cena que había acompañado a las magras con tomate. El silencio se hizo entre los corsarios solo interrumpido por los ronquidos cada vez más fuertes y numerosos.

El sol, que venía del mar, temeroso se asomaba en la lejanía, justo en ese momento la Sra. Cambra se irguió de su jergón y con un gran berrido despertó hasta a los caballos que estaban en otra estancia.

- ¡Todos arriba, mentecatos, vagos, un largo camino nos espera!.

Ellen que estaba un poco alejada de los demás, abrió los y vió que todo estaba oscuro, sólo acertó a decir:

- ¡Tan pronto!, ¡pero si todavía no ha salido el sol!.

La Sra. Cambra que sabía ser a partes iguales dulce y marimandona, con un bufido dijo:

- ¡Todos encima de los caballos dentro de media hora!, hay que aprovechar el día y además cuanto antes salgamos de la ciudad mejor, en estos momentos peligrosos para nosotros deberíamos haber salido ya.

Drzhivago y Arrapiezo colocaron unas alforjas a sus cabalgaduras más grandes que las de los demás, el primero para meter sus múltiples armas y el segundo para llenarlas de comida que después podían venir bien a la tripulación, la intendencia era importante para los corsarios , si están fuertes y bien alimentados me defenderán mejor de los enemigos pensaba, no sin razón el cocinero.

Con las primeras y tenues luces salieron de las caballerizas, no sin antes pagar los excelentes caballos bien pertrechados que habían comprado, se despidieron del Sr. Saballs, que desde la puerta y con su mano derecha en alto les despedía con cariño, su voz cavernosa sonó cuando les deseó:

- ¡Buen viaje, que la fortuna os acompañe!.

Todos iniciaron la marcha despidiéndose con el brazo en alto. Los caminos polvorientos, los peligrosos bandidos y lo largo del recorrido les esperaba, el no estar en el ELEVEN, encima de las bravías aguas peleando con otros corsarios y piratas, no notar el movimiento de la nave, manso en ocasiones y bestial en otras se les hacía raro, lo habían sustituído ahora por el movimiento de sus caballos.

Al poco rato abandonaron Barcelona, las ultimas casas habían quedado atrás, el camino por el que iban era como una cicatriz en los campos , los atravesaba a lo largo y ancho y parecía que no tenia fin.


Continuará................


DE CÓMO ELLEN ACLARA SU SITUACION.


El viaje por el sinuoso camino, se hizo un verdadero suplicio para los corsarios, todos buscaban disculpas y añagazas para poder parar la marcha y descansar. No estaban acostumbrados al calor, ni al polvo del camino que tapaba sus fosas nasales y penetraba hasta lo más profundo de sus pulmones y mucho menos todavía a montar a caballo. Lo que en los primeros minutos de contacto con los animales era agradable y motivo de alegría, por la novedad, tornose después en un tormento, el dolor de espalda y sobre todo de piernas al estar tanto tiempo abiertas se hacía insoportable.

Las disculpas para hacer un alto en el camino, parecían más propias de niños que de corsarios. Tengo hambre -decía uno-. ¡Se me a caído una alforja!, -gritaba otro-. Hasta la Capitana, más dura que el granito, paró la marcha en un par de ocasiones; luego acompañada por Ellen se perdieron detrás de unas rocas, estos momentos fueron aprovechados por el resto de corsarios para estirar las piernas y así reconfortar sus maltrechos cuerpos.

Después de comer en una perdida hostería, de un perdido pueblo y de descansar un buen rato reposando la comida, continuaron el viaje.

Cuando las primeras sombras de la noche vencían a la luz del sol, la Capitana que iba al frente de la comitiva, alzó su brazo derecho y gritó con determinación:

-¡Alto!, haremos noche aquí este parece un buen sitio, dormiremos al raso, es posible que el próximo alojamiento para dormir, esté lejos, y nuestros cuerpos ya están suficientemente cansados; además hace una temperatura agradable, -añadió.

Desensillaron las cabalgaduras unos, otros buscaron algo de leña, todos tenían prisa por iniciar un sueño reparador.

Habían cenado poco y rápido. La fogata ardía con fuerza y los leños crepitaban víctimas del fuego, la Sra. Cambra, de pie, dióse cuenta que estaba sola, giró la cabeza, cerca de ella, a unos pocos pasos estaban algunos de sus hombres amparados en la oscuridad, los miró con curiosidad y se preguntó: ¿Qué tramarán estos ahí reunidos?.

Como si de una reunión de pastores se tratara, varios de sus corsarios cuchicheaban; la Capitana se acercó con sigilo protegida por la oscuridad, apostóse detrás de un árbol y trató de escuchar lo que sus hombres decían.

-¿Por qué Drzhivago lleva todo el día detrás del grupo? ¿Estará enfermo?. Preguntaba Perico.

-Creo que tiene las tripas sueltas, alguna comida le habrá hecho daño, -comentaba Arrapiezo-, preocupado por si la culpa se le pudiera echar a el, como cocinero que era.

-Pienso que por alguna razón, que no me imagino, está triste, -añadió Mc Arthur.

Josean, serio como siempre, se hurgaba los dientes con un palito, al cual, previamente, había sacado punta con su afilado cuchillo. Escueto, -acertó a decir:

-Creo que está enamorado.

Todos le miraron con sorpresa, Rafamo, ocurrente y divertido como siempre, -dijo:

-Se habrá enamorado de la Capitana, jo, jo, jo, -se carcajeó burlón.

TitoRudi, como nuevo que era todavía, no había cogido confianza suficiente, por lo que se mantuvo callado, aunque un poco sorprendido por los cotilleos de sus compañeros.

Poco antes de que Elrichi y Luigi, que estaban buscando más leña para la fogata, y Ellen y Drzhivago que conversaban al lado de los caballos, haciendo una primera guardia, se acercaran al grupo; la Capitana, furiosa como un tigre de Bengala abandonó su escondrijo y, dando unos pasos, a sus corsarios, con las manos apoyadas en sus caderas y con el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante, les espetó:

-Vuesas mercedes son como algunas mujeres, cotillas, sois todos unas ventaneras y unos marizápalos. Esta última palabra se la había oído decir a Rafamo llamándosela a Elrichi y le había gustado, por lo que ahora la utilizaba ella para zaherir a su tripulación.

-Parece mentira vuestra torpeza, -añadió-. ¿No os habéis dado cuenta, borricos, que va el último para poder ver en todo momento a Ellen?, -terminó con rudeza la Capitana.

-¡Ah!, -exclamaron como borregos, todos al unísono-, ¡ahora lo comprendemos!, ¡que truhán!

Efectivamente, Drzhivago, enfermo de amor, amor por otra parte no correspondido por Ellen, yendo el último del grupo podía ver en todo momento la exquisita figura de su amada, montando con gran donaire su cabalgadura, galopando con elegancia; la suavidad con que trataba a su montura hacía que el caballo cortara el aire como si a nadie llevara encima.

-¡Qué villano!, -exclamaron otra vez.

La Sra. Cambra, todavía con los brazos en jarras, -escupió más que dijo:

-Mañana hay que continuar el viaje, por lo que os ruego durmáis, mañana nos espera un largo recorrido, y, ¡dejad de cuchichear que parecéis viejas comadres!

Todos, con rapidez, se acercaron donde habían dejado las mantas; el cansancio acumulado del día hizo que pronto los corsarios descansaran, no sin antes comentar entre ellos la gran paliza que para sus cuerpos había supuesto el cabalgar tantas horas y la actitud del enamorado Drzhivago.

-¡Qué truhán!, -repitieron.

Un poco más lejos, al lado de los caballos; Drzhivago, de pie, acariciaba a uno de ellos, Ellen, a su lado, tenía el rostro ligeramente iluminado por las llamas de la pequeña hoguera que habían utilizado para hacer la cena, y para darse calor mientras comían.

-Ellen, -dijo Drzhivago aprovechando que estaban solos y antes de que alguien se acercara-, habréis notado, casi con seguridad, que mi corazón siente por vos algo más que amistad o camaradería, no se si debo albergar alguna esperanza de que el cariño que siento por vos se vea correspondido, os ruego una respuesta.

Mientras así hablaba, miraba hacia los lados temeroso de que alguien oyera su declaración de amor.

Ellen como mujer que era, algo había intuído cuando se quedaron solos, su respuesta a la pregunta de su compañero fue amable y clara:

-Drzhivago, amigo mío, -al decir esto, puso su mano derecha sobre el brazo izquierdo de él-, ya he notado que sentís algo más que amistad por mí, yo por vos siento un gran aprecio y cariño, como compañero de fatigas en muchas batallas hemos compartido penurias y buenos momentos. En algunas ocasiones incluso me habéis librado de una muerte segura, yo os notaba atento a que no me pasara nada, os estoy agradecida y siento por vos un cariño fraternal, un cariño sincero; os digo de verdad que podéis contar conmigo para lo que queráis, pero, sabed, que mi corazón pertenece a otro hombre.

-¿A Luigi?, -preguntó él a sabiendas de que la respuesta iba a ser afirmativa.

- Sí, -contestó Ellen-, siento un gran amor por el y éste es correspondido, apéname profundamente que esto os pueda causar dolor, pero es mejor, ya que lo habéis preguntado, aclararlo.

-Me siento triste y a la vez confortado, la duda me corroía, ahora que todo está claro, me siento mucho mejor, -dijo con voz un poco quebrada por la emoción.

-Amigo mío, os quiero tener así siempre, como un hermano, -dijo Ellen mientras con femenina delicadeza daba un beso fraternal a Drzhivago en la mejilla.

Luigi y Elrichi, cada uno con una gavilla de leña en los brazos, se acercaron a ellos, los cuatro se unieron con sus compañeros que habían recibido la tunda verbal de la Capitana; dejaron la leña junto a la fogata. Elrichi y Luigi volvieron de nuevo junto a los caballos para terminar su turno de guardia.

Ellen cogió dos mantas y se acurrucó con ellas muy cerca de la Capitana que ya había preparado un catre en el duro suelo con hojas y mantas, la alforja con sus más preciadas pertenencias le servía de improvisada almohada, miraba como Ellen se acomodaba a su lado; con sana curiosidad preguntó:

-Si no os incomoda la pregunta, ¿de que hablábais con Drzhivago?.

-Me ha dicho que me quería y yo le he contestado que mi corazón pertenece a Luigi, se lo ha tomado muy bien y hemos quedado como amigos, ahora que todo está aclarado me siento muy feliz.

-Me hago partícipe de vuestra alegría, pero, ahora, durmamos, pues mañana será un largo día, -dijo la Capitana contenta.

El canto de un pájaro nocturno arrulló a la cansada tripulación, todos, poco después, dormían a pierna suelta, excepto Luigi y Elrichi que animados, conversaban en voz baja procurando no molestar a sus compañeros.

Si el berrido de la noche anterior de la Capitana despertando a sus hombres, había despertado hasta a los caballos, el de la mañana siguiente, fue, si eso es posible, más fuerte y exagerado.

-¡Levantáos ya mequetrefes!, -vociferó estruendosamente a pesar de su voz ligeramente aflautada-, los pájaros que todavía no se habían despertado, raudos, levantaron el vuelo pensando que su fin estaba cercano.

Todos, sin excepción, sintieron un fortísimo dolor en la práctica totalidad de sus huesos. Tardaron un buen rato en recuperar la vertical de sus columnas , las quejas, por el dolor de sus músculos, eran unánimes, todos estaban doloridos.

El viaje a Madrid se hacía a los corsarios duro y fatigoso. Sus cuerpos doloridos al principio, se fueron acostumbrando a sus monturas días después. Lo mejor era cuando paraban en las fondas y hosterías del camino, en esos momentos en los que se descansaba, se bebía y comía se olvidaban las fatigas del recorrido.

La Capitana les había prometido, y era mujer de palabra, que les iba a dar una sorpresa agradable, todos sin excepción esperaban el momento en el que la Capitana desvelara la incógnita. La Capitana a media tarde de un día en el que un sol de justicia les quemaba hasta la sesera, levantando el brazo indicó un pequeño pueblo a lo lejos.

-Pararemos allí, en aquel pueblo, -dijo con un tono de satisfacción.

Minutos después llegaron a las puertas del poblado, el caserío era pequeño y antiguo, las casas tenían tejados ligeramente descuidados, de teja árabe, sucia y gastada por el sol y con tonos ocres y marrones.

Tiró de las riendas con fuerza la Capitana. Su caballo ejecutó la orden con presteza y casi hizo saltar a la Sra. Cambra por encima de su cabeza. Ésta impertérrita señaló con un ademán un cartel de madera en el que con letras gastadas por el sol y el viento se anunciaba:

AGUAS MEDICINALES, LAS MEJORES PARA SU SALUD.

Temperatura del agua 36º - Precios para todos los bolsillos.

-Descansaremos durante dos días en estas termas, -dijo la Capitana. Aquí haremos planes y descansaremos para después llegar lo más rápido posible a Madrid, -añadió.

Los corsarios penetraron dentro de los locales de las termas como elefante en cacharrería, la Sra. Cambra que era persona de bien y casi siempre cuidadosa con los buenos modales, les llamó al orden:

-¡Amigos míos!, -llamó. Primero debéis dejar los caballos en los corrales, ellos están, aunque vosotros penséis que no, mucho más cansados que vuesas mercedes, -dijo la Sra. Cambra. Os ruego los llevéis para que descansen, -terminó.

Los corsarios subieron a los aposentos que se les había asignado, no eran habitaciones individuales si no que cada una disponía de varios lechos, no muy grandes, pero a primera vista parecían limpios y cómodos.

En un armario sin puertas se amontonaban en un perfecto orden toallas blancas, bien apiladas y dobladas. Todos tenían un aspecto deplorable, pero el que se llevaba la palma era McArthur, éste estaba sudoroso y polvoriento como sus compañeros, pero además había tenido el infortunio de una caída desde su caballo. Una culebra de gran tamaño había espantado a su montura y McArthur había dado con sus huesos en el polvo del camino. Varias manchas de sangre adornaban su cara y cuello.

Sin más dilación, después de dejar sus escasas pertenencias en los aposentos, bajaron todos con la idea de darse un baño y comprobar si la temperatura de las aguas medicinales eran efectivamente cálidas como el cartel de madera anunciaba.

El efecto balsámico del agua sobre sus sucios cuerpos se hizo notar inmediatamente, también se hizo notar la presencia de la Capitana que bajaba por una escalera en compañía de la siempre atractiva Ellen. Las mujeres, recatadas, se sumergieron en otra piscina más pequeña que estaba un poco al abrigo de miradas poco deseables.

Abandonaron el baño después de retozar en el agua hasta casi cansarse, la Sra Cambra se dirigió a ellos diciendo:

-A las nueve tenemos la cena, en el comedor que está en la primera planta, -dijo la Capitana que acompañada por Ellen iniciaba la ascensión por la escalera en dirección a la habitación que ambas compartían.


¿Continuará??


DE COMO LA CAPITANA RELATA SUS PLANES


Luigi y Elrichi entraron en el comedor hablando animadamente, detrás el resto de corsarios. Todos se habían puesto sus mejores galas para la cena, se miraban los unos a los otros con el ceño fruncido tratando de comparar las ropas de uno mismo con las de los demás. Mc Arthur era el que con ventaja mejor vestido iba, a pesar de que sus ropas no estaban del todo conjuntadas. Una mujer habría hecho algún pequeño cambio en su indumentaria.

-¡Qué guapos y atractivos estáis todos! -dijo con retranca Rafamo.

Arrapiezo al oír las palabras de Rafamo se miró de arriba abajo. Sus ropas eran muy sencillas pero no desentonaban con las de los demás.

Drzhivago, después del baño había invertido parte de su tiempo en sacar brillo a la cimitarra, ésta refulgía, sobre todo el filo que parecía un espejo. Aprovechó un momento para mirarse en la hoja y atusarse un mechón de pelo que sobresalía del pañuelo de su cabeza.

Perico y Elrichi, mientras entraban se daban unas collejas amistosas. Todos estaban contentos, el baño les había dejado como nuevo el cuerpo y el espíritu.

-¿Sabéis de qué nos va a hablar la Capitana? -preguntó TitoRudi que poco a poco iba cogiendo confianza. Josean y Luigi que le seguían se miraron entre ellos y se encogieron de hombros .

-La verdad es que no lo sabemos, la Capitana es muy celosa de la seguridad y no dice las cosas hasta el último momento, -dijo Luigi. Josean asintió dándole la razón a su compañero.

El comedor lucía espléndido. En el techo con vigas de madera que daban un aspecto rústico a la estancia, pendían unas lámparas de bronce que simulaban arañas, tenían el mismo número de ‘patas’, en el extremo de cada una de ellas una luz ligeramente mortecina titilaba a merced de las pequeñas corrientes de aire. El conjunto de todas las luces daban un toque de calidez y bienestar a todos los que se disponían a cenar.

En el centro del comedor se había dispuesto una mesa para doce comensales, como detalle, la Capitana había ordenado que se pusieran unos centros de bonitas flores. Pensaba que a pesar de la rudeza y zafiedad en ocasiones de sus hombres, que lo mismo mataban de certero espadazo a un enemigo que sentían pena por cosas nimias, lo agradecerían.

Josean, al que no se le escapaba nada enseguida reparó en que había en la mesa un plato de más, curioso, miró a su alrededor, en una mesa alejada del centro, la Sra. Cambra compartía conversación con Ellen y una señora de aspecto muy distinguido y refinado.

Josean preguntó:

-¿Alguno de vosotros conocéis a la señora que se sienta con la Capitana y Ellen?

Todos buscaron con la mirada por el comedor a ver con quién estaba la Sra. Cambra. En una pequeña mesa del fondo estaban sentadas. Las tres destacaban por su elegancia. Ellen escuchaba con atención la animada conversación de sus compañeras, de cuando en cuando participaba en la misma. Con el rabillo del ojo la Capitana vió como se acercaban sus hombres. Se levantó presta antes de que llegaran y tocó el brazo de su nueva amiga.

-Amigos míos os quiero presentar a la que me gustaría que considerárais a partir de ahora amiga vuestra. Esta señora que véis aquí es mejicana -dijo la Capitana.

Todos dirigieron la mirada a la elegante señora, que con una sonrisa bonachona les miraba a su vez a ellos.

-Paloma, -continuó la Capitana-, tengo el inmenso placer de presentaros a todos los componentes de mi tripulación. Uno a uno la Sra. Cambra fue presentando a Paloma a todos sus hombres. El rufián de Arrapiezo, evidentemente nervioso, lo justo fue capaz de balbucear unas palabras casi ininteligibles:

-El guto mío también, -farfulló.

Rafamo, McArthur y el resto dieron la mano a la nueva amiga, incluso alguno hizo una pequeña reverencia, tal era la compostura de la señora mejicana.

Cuando concluyeron las presentaciones se dispusieron a sentarse en la mesa, Luigi con exagerado interés buscó a Ellen, ambos se sentaron en una esquina, juntos. DrZhivago se apostó en la otra esquina, lejos de los tortolitos. La Capitana y su amiga se sentaron juntas, en el centro de uno de los lados, presidiendo la mesa.

-Empecemos a cenar, me imagino que todos tenemos necesidad de comer algo rápidamente, el baño nos ha abierto todavía más el apetito-, dijo la Sra. Cambra al tiempo que alzaba el brazo derecho para llamar la atención del servicio.

Poco después, platos y bandejas con variadas viandas de aspecto inmejorable fueron desfilando hasta la mesa, Elrichi acercó a su loro un trozo de pan, el plumífero con un graznido cogio el pedazo de pan que su dueño le acercaba, de su torvo pico cayeron varios trozos pequeños por el hombro y la pechera de Elrichi.

-¡Marrano!, -llamó Elrichi a su alado amigo.

Elrichi miraba la comida con irrefrenable gula. Desestimó la pata de cordero más cercana a él en favor de otra más lejana pero mucho más grande y mejor asada.

-Ésta para luego. -dijo a Rafamo que sentábase a su izquierda.

Rafamo dijo para sus adentros, sin que se le oyera:

-¡Por qué no te sentará mal traganudos!, pensó todavía molesto por los diez doblones que había perdido al mus.

Elrichi que creyó oír algo, preguntó:

-¿Qué decís Rafamo?

-Yo nada. -contestó con acritud el membrillo del mus mientras hincaba el diente a un muslo de pollo.

La Sra. Cambra, siempre dicharachera, parloteaba sin cesar.

-Amigos- dijo enlazando esta palabra con toda su conversación anterior, -nuestra amiga Paloma ha venido desde Méjico para visitar la tierra de sus antepasados, hace doscientos años que su familia vive allende los mares, en las tierras de Moctezuma, allí, según me ha relatado tienen grandes extensiones de terreno donde cultivan patata y maiz y alimentan numerosos rebaños de ganado. ¿No es así Paloma?- inquirió la Sra. Cambra dándose cuenta que llevaba largo rato sin cesar de hablar.

-Así es- dijo Paloma, -en nuestras plantaciones tenemos un gran número de gente trabajando, el ganado que tenemos se utiliza para producir leche y carne, la vendemos en los diferentes mercados-

La amiga de la Capitana, con delicadeza, introdujo en su boca unas verduras que servían de guarnición al pollo asado.

-¡Qué bueno está todo!- exclamó con el deje mejicano con el que hablaba. El pollo y el cordero están en su punto- concluyó.

Perico en un par de ocasiones había creído ver una sombra detrás de una cristalera adyacente a la puerta de entrada. Pensó que sería alguien que allí esperaba, por lo que no le dio importancia. Siguió disfrutando de la cena. Arrapiezo, a su lado, sacaba faltas, sin muchos argumentos a la cena, sentía envidia de que a él, cocinero sin duda excelente,no le salían los quisos tan buenos como aquellos.

-¡Esto está soso!-, decía envidioso. -Aquellos muslos de pollo están un poco quemados-, insistía cabezón.

Nadie le hacía caso atentos como estaban a comer y beber. Hubo un rato que el silencio era ominoso, sólo se oía el masticar, el ruido de los cubiertos y el sonido del vino al caer en el interior de las grandes jarras.

-¡Raass!- sonó otra pata de cordero al partirse por obra de las fuertes manos de Elrichi, parte de la misma desapareció rápidamente camino de su estómago.

Perico levantó la mirada con rapidez, otra vez la sombra desapareció de su vista, como si se ocultara. En esta ocasión observó con nitidez que la figura les miraba a ellos. Que les vigilaba.

-Creo que alguien nos vigila-, pensó inquieto. Acto seguido empujó su silla hacia atrás e inició una rápida carrera hacia la cristalera donde estaba la misteriosa figura. Al pasar junto a una mesa, un joven petimetre obstaculizó su marcha moviendo la silla en la que sentaba, Perico tropezó y cayó de bruces al suelo. Mientras se levantaba miró al joven con evidente enfado. Siguió la carrera hacia la puerta cogiendo su espada que había caído al suelo. Cuando llegó a la salida sólo acertó a ver al final del patio, dibujada por la luna, una figura femenina que se perdió entre las sombras de la noche. Perico corrió detrás de ella, pero pronto paró su marcha, pensó que lo más juicioso sería comunicárselo a sus compañeros.

Un gato negro al que sólo se le veían los ojos amarillentos había observado la escena sin inmutarse. Al verlo, Perico sintió como un punto de inquietud le embargaba.

Al pasar al lado del joven y estando casi seguro que le había obstaculizado a propósito, llamó su atención. Al girar, Perico le agarró de la pechera diciéndole:

-Vos me habéis derribado a posta y váis a pagar por ello-, amenazó alzando el brazo derecho para golpearlo.

-No, no, no ha sido a propósito- gritó el joven con voz un tanto meliflua.

Perico le soltó, sintió pena por él, por su aspecto delicado.

La Capitana, Paloma y el resto de corsarios miraban estupefactos cómo Perico se acercaba hacia ellos. Habíanse quedado sorprendidos cuando Perico, sin previo aviso, inició su carrera.

La Sra. Cambra, de pie, con gran curiosidad preguntó:

-¿Por qué habéis salido tan rápido? ¿Qué os ha ocurrido?

Perico sofocado por el esfuerzo y preocupado por la misteriosa espía llegó a su silla y se sentó diciendo:

-Alguien, detrás de aquella cristalera nos vigilaba, he salido en su persecución pero no he podido alcanzarla, digo alcanzarla porque era una mujer- aclaró recuperando la respiración.

-¿Cómo os habéis dado cuenta que alguien nos espiaba?

-¿Cómo era la espía?

-¿Habéis caído porque el individuo ése os ha estorbado?

-¿Por qué no la habéis seguido?

Las preguntas aturullaban a Perico, incapaz de responder a todas, tal era la velocidad a la que se le formulaban.

Josean, sagaz y avisado como siempre dijo:

-A mí también me pareció ver a una persona junto a la puerta de entrada que miraba insistentemente. Pensé que no era a nosotros a quienes miraba por lo que no le di importancia, pero al huir, ha demostrado que así era- terminó.

Paloma preocupada por sus amigos, tenía el semblante serio.

-Espero que no tengáis ningún contratiempo en vuestro viaje hasta Madrid. Nosotros mañana temprano tenemos que salir para seguir buscando las tierras de nuestros antepasados y los posibles parientes que aquí tengamos. Tengo una gran ilusión por saber donde vivieron. Quiero además, si tienen necesidad, ayudarles con algo de dinero para que vivan mejor, repartir algo de mis bienes entre mis parientes sería para mí una gran satisfacción- terminó mientras con un gesto llamó a sus dos ayudantes que cenaban en una mesa cercana.

-Dadme unos escapularios, por favor- dijo Paloma a uno de ellos. Su ayudante de un zurrón de fino cuero sacó un puñado de escapularios.

-Os quiero obsequiar con algo que no tiene valor dinerario, pero para mí es muy importante por la gran devoción que le profeso.

Con movimientos precisos fue repartiendo uno a cada uno de los corsarios, todos tenían una cinta roja. -Espero que estos escapularios de la Virgen de Guadalupe os ayuden en vuestras correrías y aventuras- dijo la Sra. Paloma dando el último a la Capitana.

-Muchas gracias Paloma- dijo besando el escapulario con devoción. Lo mismo hicieron Perico y Rafamo. Los demás los miraron con interés y se los guardaron en los bolsillos.

-Gracias- dijo Perico.

-Muy agradecido- dijo Rafamo caballeroso.

La Dama Mejicana se puso en pie, luego, muy bien escoltada por sus ayudantes, se encaminó con andar pausado y elegante hacia la escalera de recia madera que conducía a sus aposentos. Desde arriba y apoyada en la barandilla saludó a toda la tripulación y acto seguido desapareció por el pasillo.

Durante unos largos segundos permanecieron en silencio. Ellos, que en su comportamiento eran zafios y brutos quedáronse pensativos por las buenas maneras y educación de la Sra. Paloma.

-¿Seguimos cenando?- preguntaron al mismo tiempo rompiendo el silencio Elrichi y Luigi. Ambos rieron.

Poco después, cuando las viandas ya habían desaparecido de la mesa, la Capitana dijo:

-Ahora que nuestros cuerpos han quedado saciados por la excelente cena, pasaremos a la biblioteca, los propietarios nos dejan utilizarla para una reunión-. Al mismo tiempo que decía esto se puso en pie con decisión y se dirigió a una puerta que estaba en un lateral, al fondo del comedor. Todos le siguieron, una pesada puerta de cuarterones de madera separaba el comedor de la biblioteca. Al entrar notaron una sensación de tranquilidad. La luz estaba encendida y alumbraba casi toda la estancia por igual, leer allí podía ser un placer. Las paredes estaban repletas de estanterías de madera, todas, a pesar de su grosor, tenían un poco de flecha ocasionada por el peso de los volúmenes que albergaban.

-Sentaos- dijo con amabilidad la Capitana.

En el centro tres largas mesas dispuestas a lo largo de biblioteca, invitaban a los posibles lectores a sentarse en las sillas que, alineadas las rodeaban. La Sra. Cambra sentóse en la cabecera de la mesa del centro con el ánimo de presidir la reunión. Cuando estuvieron sentados la Capitana dijo a Elrichi:

-Si sois tan amable, maese Elrichi, sacad los planos que hace tiempo os confié.

Elrichi echó mano a su inseparable alforja y sacó unos documentos enrollados, bien sujetos por un cordel de color marrón.

-Tened- dijo mientras acercaba el rollo a la Capitana.

Todos, expectantes, hablaban animadamente esperando que su Capitana tomara la palabra. Dando un golpe sobre la mesa hizo callar a su tripulación.

-Estaréis haciendo cábalas, pensando en el por qué de este largo viaje a Madrid. Estaréis pensando también en el secretismo del motivo del mismo. Por seguridad no os había dicho nada hasta ahora, pero creo que es el momento adecuado para desvelaros mis planes. Se que váis a estar de acuerdo- concluyó.

Al tiempo que hablaba desanudaba el cordel que protegía al rollo de un posible desorden de los documentos. Una vez que éstos quedaron libres, la Capitana extendió delante de ella dos planos a los cuales, con habilidad, trató de quitarles las arrugas. Cuando lo consiguió tomó de nuevo la palabra.

-¡Amigos míos!- exclamó sin disimular su entusiasmo, -vamos a robar el Museo de Pinturas de Madrid-.

Todos en principio se quedaron patidifusos.

-¿Qué será eso?- se preguntaban algunos.

-¿Cómo lo haremos?- se preguntaban a su vez los más intrépidos.

TitoRudi cavilaba en silencio, ¿museo?, ¿pinturas?, ¡qué coño dice la Capitana!, ¡el sol del camino habrá nublado su entendimiento!

La Sra. Cambra sonreía, sabía perfectamente lo que la noticia de sus planes iba a provocar en su tripulación.

-Amigos míos- volvió a decir -el Rey Fernando VII ha inaugurado un edificio en Madrid en el cual se exponen pinturas de diferentes pintores y también, aunque en menor número, alguna escultura- dijo con ímpetu la Capitana indicando con el índice de su mano derecha el plano de un edificio.

-Si conseguimos robar algunas de las valiosas pinturas, ya tenemos en Barcelona un comprador que a su vez las venderá a coleccionistas de arte de Cataluña. Como a partir de este momento no vamos a tener secretos, os diré, que el comprador es famoso en muchas alcobas de bellas mujeres, las malas lenguas dicen de él que en la cama es como un toro de lidia, bueno dejémonos de cotilleos, este caballero responde al nombre de sia. Por el momento es suficiente con saber sólo el nombre-.

-Seré breve, momento habrá más tarde de perfilar todo lo relativo a los pequeños detalles. Tenemos dos informes que nos han facilitado nuestros cómplices en Madrid, Alfredo y jose, tendréis la oportunidad de conocerlos a nuestra llegada, por un lado está el de jose, este informe es críptico y poco claro y sólo utilizaremos algunas cuestiones de interés que sin duda las posee. El otro, mucho más claro es relativo al hospedaje y a la huida-.

-Este plano-, continuó.

Con atención miraron el plano. El mismo, representaba a un edificio alargado, en apariencia suntuoso, cercano a él estaba dibujado lo que a primera vista parecía un parque con árboles y flores.

-Este plano- repitió mirando a Perico que a su vez miraba con mucha atención unos libros de una estantería -representa el Museo Real de Pinturas, aunque no tenga importancia para nosotros, nuestro cómplice jose, nos indica que el edificio es obra de un arquitecto que se llama Juan de Villanueva- informó la Capitana.

-¿Cómo lo haremos?- se interesó Mc Arthur.

-El Museo Real sólo abre un día a la semana, concretamente el miércoles y el horario es desde las nueve de la mañana a las dos de la tarde. Entraremos como visitantes seis de nosotros. Quienes seremos, lo decidiremos más tarde. A la hora del cierre permaneceremos dentro, escondidos. Posteriormente reduciremos a los vigilantes que según el informe son cuatro. A partir de ahí tendremos tiempo para ir descolgando las pinturas de más valor. Todo esto hay que hacerlo en el menor tiempo posible ya que al meterse el sol y amparados por las sombras de la noche, tendremos que cargar las pinturas, sin que sufran daños, en los tres carros que estarán apostados en el contiguo parque, lejos de las miradas de los viandantes- acabó la Sra. Cambra mirando otra vez a Perico que, con disimulo y de reojo, seguía observando los libros de las estanterías. Andaba un poco preocupado por lo que había acontecido antes con la mujer que les espiaba y que luego huyó y ahora había creído ver moverse ligeramente tres libros. Al fin, inquieto, se levantó, acercóse a la estantería, asió rapidamente los tres libros mirando detrás de ellos, queriendo descubrir algo o alguien. No había nada detrás que despertara temor o preocupación.

-¡No hay nada, no se han movido!- exclamó contento Perico.

Los demás le miraron con incredulidad.

Ellen se acercó a él y trató, cogiéndole de las manos, de calmar su inquietud.

No se imaginaba Perico, ni ninguno de sus compañeros, que a través de una pequeña rendija, junto a una viga del techo, alguien, en completo silencio y en la oscuridad de la habitación de arriba de la biblioteca, había escuchado toda la conversación.


Continuará .........................

viernes, 4 de enero de 2008

BIENVENIDAS, BIENVENIDOS

Este blog es hijo del insigne y nunca suficientemente alabado Blog de Doña Pilar Cambra. Y solicita, si tan ilustre Dama lo tiene a bien, ser reconocido por ella como tal. Y si no desea hacerlo, pues seremos hijos bastardos, pero hijos al fín y al cabo.

Trata de ser un espacio común, donde todos sean bien recibidos y apreciados, donde impere el respeto, la cultura y la plasmación de ideas; donde todos sean igualmente bienvenidos, apoyados y comprendidos. Una Gaceta interna, un Tablón de Anuncios, un Periódico comunal, una Sala de Estar virtual, un lo que queráis que sea.

En muchas ocasiones, las entradas expuestas serán copia de entradas en otros blogs de la “Comunidad del Anillo Cámbrico” (de momento hay dos : Pilar Cambra y rafamo; en el futuro ¡quién sabe!). En otras, serán entradas originales. Y, al ser un espacio común (familiar podríamos decir), pretende ser un blog totalmente abierto. Así que cualquier súbdito, noble o habitante del Reino Cámbrico que desee colgar una entrada, que la haga llegar a las direcciones de correo y “ya se verá” (pero que sepa que se expone a las aceradas plumas de todos; el que avisa no es traidor).

Los responsables y jefes máximos serán Arrapiezo y Perico. A ellos las quejas, si las hubiere (y si no, que dimitan).

Yo sólo seré un currela (vaya, siempre me asigno las duras labores), un “recopilador”, un instrumento “ciego y sordo”, un “intermediario”. Y gratis.

De momento, está en fase beta (como dicen los informáticos). Lo iré mejorando poco a poco. Sed pacientes y comprensivos conmigo (y si no, las quejas ya sabéis a quién).

Tengo intención de colgar, asimismo, cumpleaños y efemérides varias (nacimientos, bodas, ...), así como direcciones de correo, datos, etc.para formar una verdadera “Comunidad”. Si alguien, sin necesidad de aportar razones, no desea aparecer, nos hace llegar un mail y atenderemos su solicitud. Y si alguien que no aparece quiere aparecer, pues lo mismo.

Os iré informando de novedades a medida que se le vayan “poniendo patas” al tema.
Espero y deseo que os guste.

Espero, también, vuestras críticas, comentarios, sugerencias, ideas y aportaciones.
Bueno, salvo que nuestra admirada Maleni diga lo contrario, ESTO ARRANCA!!!!!!

VA POR USTEDES. VA POR VOSOTROS.